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El Servicio de Oncología Médica del Hospital Puerta de Hierro estudia las ventajas que ofrece la práctica de ejercicio físico en supervivientes de cáncer de mama

El primero es un estudio observacional cuyo objetivo primario es evaluar los niveles de actividad física realizados por mujeres diagnosticadas de cáncer de mama después de finalizar el tratamiento. Los resultados, que fueron publicados en la revista científica Supportive Care in Cancer, estimaron que estas mujeres realizaban 235 minutos de actividad moderada a la semana. Esa cifra, estaba por encima de las recomendaciones vigentes en ese momento (150 minutos), lo cual es reflejo de una buena adherencia a hábitos de vida saludables.

Sin embargo, los datos de antropometría estaban por encima de las cifras recomendadas con perímetro de cintura de 85.6 cm cuando lo recomendable es 80. Del mismo modo el índice de masa corporal, estaba en 25 kg/m2 que está en el límite del sobrepeso. Con respecto a la adherencia a una dieta saludable, la población estudiada mostró una buena adherencia a un patrón de dieta mediterránea.

En lo que respecta a la condición cardio-respiratoria estimada, estaba también en el límite de lo saludable (28 ml/kg/minuto), pero en el escenario de mujeres con tratamiento oncológico previo, se considera una cifra aceptable, ya que estas personas pierden en torno a un 30% de esa capacidad tras los tratamientos.

Otro dato que se consideró destacable es que el 80% de la muestra recordaba haber recibido recomendación para hacer ejercicio por parte de los profesionales sanitarios, que es una cifra muy superior a la comunicada en otros trabajos. El segundo de los estudios, publicado en el Journal of Clinical Medicine, recogió muestras biológicas para analizar biomarcadores potencialmente relacionados con la actividad física y la fatiga.

Prevalencia de fatiga asociada al cáncer

Uno de los objetivos en ambos estudios fue conocer la prevalencia de fatiga asociada al cáncer. Éste es un síntoma muy invalidante para muchas de las personas que han finalizado un tratamiento oncológico. Se trata de una experiencia subjetiva, que se caracteriza por ser muy estresante y no mejorar con el sueño.

La prevalencia de fatiga asociada al cáncer en la muestra conjunta (180 mujeres), fue del 43%. No se encontró asociación con el tipo de tratamiento recibido, con la actividad física semanal realizada, con la condición cardio-respiratoria, la fuerza muscular ni la adherencia a la dieta mediterránea. Sin embargo, ser más joven, estar más cerca del fin de tratamiento o tener sobrepeso fueron predictores de fatiga. También una mayor frecuencia cardiaca se asociaba a esa fatiga asociada al cáncer.

El tercero de los estudios, publicado en la revista lnternational Journal of Sports Medicine, es un ensayo clínico en el que se realizó una intervención para mejorar la fatiga asociada al cáncer en una población de supervivientes con fatiga. Se comparó una estrategia más intensa y con mezcla de componente aeróbico y fuerza, frente a otra menos intensa y con entrenamiento solo de fuerza. Aunque se observaron algunas ventajas numéricas para el ejercicio más intenso, no se pudo concluir que fuera superior de forma estadística. La buena noticia es que ambos grupos mostraron grandes mejorías en la fatiga tras someterse al programa de entrenamiento.

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